jueves, 29 de abril de 2010

Mujeres buenas, mujeres malas

Para L.

Debo confesar que al menos dos de mis relatos favoritos son obras maestras de la literatura machista. Uno es muy conocido, “El corazón de las tinieblas” de Joseph Conrad. El otro es un cuento de Ambrose Bierce de cuyo nombre no me acuerdo, uno de sus cuentos de soldados. En nada se parecen el uno y el otro salvo en su final, un episodio casi idéntico en los dos relatos, que es precisamente donde se concentra el machismo de ambos. En los dos ese final trata del encuentro entre un hombre, el narrador de la historia, que vuelve de la guerra o de la selva, y una mujer, novia de otro hombre. El primer hombre no la conocía antes, y la ha buscado para comunicarle que el segundo hombre –el novio- ha muerto, noticia que la mujer recibe con la debida serenidad. Ahí se acaban las semejanzas. En el relato de Bierce, el muerto era un joven oficial, un hombre magnífico que el narrador describe con una fascinación erotizada: bello, discreto, afable, pero sobre todo extravagantemente temerario. Se exponía a los peores peligros de la guerra tomando siempre la precaución de no tomar la mas mínima precaución. Claro está que acabó muriendo en virtud de esa manía, en un episodio en que su temeridad llevó a los combatientes a un baño de sangre muy entusiasta. En el bolsillo de su guerrera, el narrador encuentra la causa de todo: una carta arrugada de su novia. “Me han contado - dice la carta- que en la guerra te estás portando con demasiada prudencia. Malditas malas lenguas. Yo soportaría saberte muerto, pero no saberte un cobarde”. Cuando recibe de vuelta la carta ensangrentada, la autora (una hermosísima criatura) la desdobla, y al ver la sangre la tira al fuego de la chimenea diciendo que no soporta ver sangre. Mientras el mensajero rescata la carta del fuego, ella pregunta de que murió su novio. El mensajero, que aun no había contado la historia, responde “le mordió una víbora”.
En “El corazón de las tinieblas” el muerto es muy diferente. Es un empresario que, con el honesto propósito de expandir las bendiciones de la civilización, ha acabado dirigiendo un oscuro reino de horror en las profundidades de la selva (Conrad tenia muchos casos reales en que inspirarse; hoy tampoco le faltarían). Enloquecido por el encuentro entre la barbarie local y la barbarie que él mismo ha traído, ese hombre, Kurtz, ha muerto balbuciendo cosas sobre el horror. Su novia es muy diferente de la anterior. Es una mujer sensible que cree en la labor civilizadora de Kurtz y que quiere saber sobre sus últimos momentos. El mensajero no quiere desilusionarla, y por eso le evita lo mas interesante de la historia: le dice que su novio fue un gran hombre, y que murió con su nombre en los labios.
No se si Conrad o Bierce creían realmente que las mujeres no soportan ver sangre o saber de horrores, o si simplemente pusieron en escena convenciones de su época. A fin de cuentas, ambas mujeres aparecen sólo en el final del relato, con el único propósito de simbolizar alguna cosa. Y es ahí, y no en el detalle común, donde se encuentra el machismo esencial de las dos historias. En la de Bierce se sugiere que entre las causas de los horrores de la guerra hay algunas criaturas hermosísimas: “y hay quien diga que la mujer es débil”, dice. Las mujeres son peligros fatales, un veneno del universo, un hermoso Mal en acción. La historia es vieja –se encuentra en las primeras paginas de cualquier Biblia- pero sigue rindiendo. En la de Conrad se dice que el mundo es en realidad un horror, del que sólo se salva un reducto verdaderamente humano que es aquel que las mujeres gobiernan. Un hogar cálido, morigerado y un poco artificial, que los varones deben cuidar para que la realidad monstruosa no se cuele por la puerta: las mujeres son buenas, hagamos por que puedan seguir así.
Quien soy yo para decir que los dos relatos son obras maestras del machismo; pero es que ya se ha dicho, basta buscar en el google (en ingles, of course) para ver cómo ambos pueden ser fácilmente acribillados en cualquier seminario sobre modelos de genero. El de Bierce porque retrata una mujer maligna y agresiva cuando las mujeres son las que históricamente han administrado el cuidado y el afecto. Y el de Conrad porque retrata a una mujer afectuosa, inocente y pasiva cuando basta dejar las anteojeras para saber que las mujeres son sujetos activos, incluso agresivas y malignas si llega el caso. Hay también, claro está, la posibilidad de condenar los dos relatos a la vez mostrando que el pesimismo es un recurso estratégico del machismo. Los hombres necesitan postular que el mundo es un horror para seguir por ahí jugando a las guerras: pero si las mujeres mandasen el pesimismo no tendría sentido. Por último se puede decir que los dos relatos juegan con viejos estereotipos, cuando las mujeres reales no son así. Pero no sé si las mujeres se resignan a todo ese realismo ni a todo ese optimismo. Un rápido examen de un vagón de metro o de la sala de espera de un aeropuerto permite comprobar que las mujeres leen más novelas –plagadas de estereotipos y violencias- y los hombres más informes empresariales y más obras de autoayuda corporativa (“El éxito a su alcance”). Es un buen índice de que los hombres son mas crédulos, lo que explica que siempre anden por ahí buscando una de esas mujeres mixto de ángel y víbora que en realidad no existen. Bien, alguna debe haber.

1 comentario:

  1. Mencantó la entrada.

    "... lo que explica que siempre anden por ahí buscando una de esas mujeres mixto de ángel y víbora que en realidad no existen. Bien, alguna debe haber".

    Quizás más que en la mujer, en lo femenino, se encuentre la irresistible tendencia a caer en esos estereotipos pero cruzados, como canes o por naturaleza, la profundidad y la visión del mundo a través de lo femenino es compleja e increíblemente bella.

    Tanto el ángel como la víbora tienen un encanto y una cara oscura poderosa y atrayente.

    Te dejo un enlace a una ilustración que hice en el año de la polka que inevitablemente se me vino a la cabeza: http://loscoloresdeariam.blogspot.com/2006/10/amor-constante-ms-all-de-la-muerte.html

    En cualquier caso creo que la mayoría de los hombres (puramente masculinos o con la feminidad aún por descubrir) no buscan eso, y que incluso se asustan si lo encuentran y corren todo lo lejos que pueden.

    Para mí el ángel es la capacidad de soñar en el cielo y la víbora la de soñar en la tierra.

    Un beso!!

    MarMarina!!

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