domingo, 26 de diciembre de 2010

Worst sellers ilustres: Barret, por ejemplo.

Una de las desgracias de la literatura es esa convención corporativa que la limita a una serie de círculos, escuelas y generaciones de literatos profesionales -sujetos a crisis regulares de angustia porque, agotado el ciclo de repetirse, extremarse o contrariarse unos a otros sienten que ya está escrito todo lo que había por escribir. La historia de la literatura española, concretando, se aburre repitiendo las glorias de quienes del siglo XVII acá han venido reformulando la apasionante polémica entre conceptismo y culteranismo. Mientras tanto, se reserva una nota de pie de página o una especie de anexo a, por dar un ejemplo, todos los autores que se dedicaron a poner por escrito toda esa interesante atrocidad que fue la historia americana. Y no es que Bernal Díaz escribiese mal, aunque fuese de pocas letras, ni que Félix de Azara tuviese menos arte literario que Moratín. Lo que pasa es que se entiende que la conquista y destrucción del imperio azteca o el mundo multiforme y fronterizo de la América meridional del siglo XVIII son asuntos de interés secundario comparados con los idilios de pastores de pega o el sí de las niñas. El resultado es que quien leyese, sin otras informaciones complementarias, la totalidad de las obras comentadas en los manuales al uso, podría ignorar que desde finales del siglo XV buena parte de la historia de este país ha pasado al otro lado del atlántico. Es un provincianismo heroico que no viene de una historia recluida y sin horizontes, sino de haberse perdido por el mundo sin haber encontrado en él nada que supere a las intrigas de parroquia. A esto no hay mucho que objetar, porque tanto vale una provincia como otra, y se sabe más de la propia; pero es que para eso valía más no haber salido de ella. Probablemente habría sido mejor para muchos.
No hay que retroceder a los tiempos de Bernal Díaz. ¿Está usted cansado de la vida y milagros de la generación del 27? ¿Sí, de verdad? ¿Y de la del 98? ¿Y ha leído Ud. a Rafael Barret? De acuerdo, Barret sólo escribió decenas o centenas de artículos, cartas, algunos cuentos en los treinta y cuatro años que vivió desde su nacimiento en Torrelavega en 1876 hasta que murió en Arcachon, tuberculoso y con cara de haber vivido por lo menos el doble.
Casi todo lo escribió en Paraguay, lo que es una garantía de interés secundario (salvo, claro está, en Paraguay, donde es recordado y reconocido). Sus obras Lo que son los yerbales paraguayos o El dolor paraguayo, literatura de viaje y de denuncia al mismo tiempo, son descripciones impresionantes de modos de trabajo esclavo que aún perduran en las américas, o de la vida en un país arrasado por una guerra de interés secundario pero tan mortífera como las peores que se han sufrido en continentes menos secundarios (¿ha oído usted hablar de la Guerra del Paraguay?). Sus cuentos son breves esbozos naturalistas que resumen muchas miserias en poca retórica -ahí Barret ha envejecido: en su época se entendía que eso podía cambiar. Los artículos que publicó en la prensa sudamericana, por el contrario, son un buen motivo de depresión para quien los compare con la mayor parte de lo que puede encontrar a la venta en el kiosco más próximo. No ya que muestren que se puede escribir en la prensa diaria y ser al mismo tiempo decente y lúcido, o que sean breves obras maestras de claridad e intensidad; lo peor quizás es que, por mucho que traten de noticias ya antiguas, consiguen ser más actuales que muchos otros de última hornada. Barret fue un hombre muy combativo, desde su juventud de señorito más o menos calavera que tuvo que dejar España entre otras cosas por su afición a los duelos, hasta que, ya inclinado al anarquismo y a duelos más serios, se buscó o simplemente se encontró infinitos problemas escribiendo lo que pensaba o participando en agitaciones políticas sudamericanas. Además de combativo -un rasgo del que no carecen muchos escribidores deleznables- tenía una cultura amplia y actual, le interesaba la ciencia y el suyo era ese tipo de anarquismo que parece comprensible a los veinte años pero imprescindible a partir de los cuarenta. Por lo demás, escribía bien, tan bien como los literatos declarados de su generación o aún mejor: así opinó gente de gustos difíciles como Valle Inclán aquí o Borges allá. La honra local ha hecho que por fin sus obras completas sean editadas en España, o en concreto en Cantabria, por la editorial Tantin en colaboración con la consejería de cultura de allí. Si se ha cansado de leer lo mismo que todo el mundo lee, lea a Barret, si lo encuentra.

1 comentario:

  1. Magnífico comentario, amigo; certero y lúcido. Me permito destacar esa aguda (aguda por lo precisa y también por lo punzante)comparación entre la escritura de Barrett y lo que encontramos en la prensa actual.
    Gracias de un lector de Barrett y desde ahora suyo

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