domingo, 3 de abril de 2011

Damnatio memoriae

Unos claman por la memoria histórica y otros -en parte los mismos- desprecian la memoria sin más. Leo un artículo sobre el programa Educación 2.0, ese que pretende remediar las escuelas con el uso masivo de ordenadores. Como es de rigor, se explica que el papel del educador debe cambiar en esta nueva situación, él será un intermediario o un facilitador de la busca de información por el propio educando, y el aprender de memoria pasará al basurero del pasado. Es perturbador oír cómo se repite esa imbecilidad sin que nadie discorde; eso debe ser el pensamiento único en carne y hueso. Y es difícil imaginar qué se enseña en las facultades de pedagogía para que se tenga en pie esa idea pedestre de la memoria como un almacén informe de datos, una antípoda de la inteligencia. Sería deseable que quienes la mantienen usasen ordenadores con 64kb de memoria y se dedicasen con ellos a la busca de información. No creo que lo hagan: fuera de ese paraíso ideal de los credos y las propagandas, todo el mundo sabe que razonar sin memoria es como chutar a gol sin balón.
Ese desdén pedagógico hacia la memoria es ya muy viejo: personalmente lo conozco desde las reformas tecnocráticas de la enseñanza en el franquismo. Yo era un niño memorión, y la memoria ya era tratada como si fuese una obesidad de la mente. El nuevo paradigma en el que la memoria no es necesaria porque la información ya está disponible en otro sitio es en realidad un paradigma muy viejo: desde que se inventó la escritura, y con ella las bibliotecas, y con ella los censores, se podría decir que la memoria ya no es necesaria: para qué, ya hay otros que cuiden de ella. Pero quizás nunca se ha sido tan crédulo o tan impúdico como ahora: había memoriones y desmemoriados, listas de reyes godos o abolición de las listas de reyes godos, pero no un sistema educativo que jugase abiertamente con la minimización de la memoria, ni un público que lo aplaudiese.
Damnatio memoriae es una frase que se emplea para designar esa acción de borrar las inscripciones y sustituirlas por otras más convenientes: ya se hacía mucho en Egipto, para acabar con el recuerdo de algún faraón molesto. Lijar la piedra era un trabajo duro, con un ordenador se ha hecho mucho más fácil. Esto que digo lo escribo sobre otro post anterior en que yo mismo decía que no iba a publicar más entradas. Pero quién se va a acordar de eso.