viernes, 14 de septiembre de 2012

Cenicienta se merece unos azotes


Me dice M. que por qué no hablo del último boom editorial, a saber Cincuenta Sombras de Grey (que también podría ser Cincuenta matices de gris; parece que tiene que ver con la corbata del protagonista). Bien, porque no lo he leído. Aunque verdad es que hace ya un tiempo me encontré con un artículo al respecto donde constaba que el libro, a punto de ser lanzado, iba a vender como pipas. Si es previsible para eso, ¿por qué no lo sería para reseñarlo sin haber mirado una página?
Pero prefiero ser cauto y limitarme a reseñar lo que sé. Se trata, dicen, de porno para mamás. Yo suponía que ese rótulo lo había acuñado por maldad algún contrario, pero parece que no. E. L. James, la autora, que aproximándose a la cincuentena escribió el libro -eso dice- para no hacer cosas peores, es una buena madre que prefiere que sus hijos no lean lo que ha escrito, y ha recibido muchas cartas de lectoras que le agradecen lo mucho que el libro ha hecho por animar su matrimonio. Es, por tanto, un rótulo asumido de buena fe, pero “porno para mamás” se presta a confusión. Las mamás tienen experiencia en vertientes muy fisiológicas de la existencia que las podrían hacer muy aptas para el más duro de los pornos. Más que cualquier adolescente depravada. Pero no, el porno para mamás es suave y sentimental, vete a saber por qué. Y es un género en pleno desarrollo que ha propiciado nuevas versiones de clásicos de la literatura en las que, por poner un ejemplo, Jane Eyre, después de tanto sufrir, se va a la cama con Mr. Rochester, sin que ese final feliz rebase los límites del buen gusto. 50 Sombras de Grey va un tanto más allá, porque incluye, como se sabe, sadomasoquismo.


Quitando ese precedente extremo e insuperable que son la Vidas de Santos, se puede decir que la literatura sadomasoquista empieza (es un poco obvio, como ella misma) con el Marqués de Sade y se completa con Leopold Sacher-Masoch y da lugar a un género literario prolífico aunque poco variado donde casi lo único que cambia, aparte del atrezzo, son las disertaciones, en general largas, que acompañan al vaivén de la fusta. Entre Sade y Masoch está también Hegel, quien en su Fenomenología del Espíritu incluyó un pasaje sobre el Amo y el Esclavo que sigue siendo el texto fundamental de la filosofía SM. En versiones más recientes como las 50, el protagonista dominante ha dejado de ser un aristócrata cruel y pedante para volverse un ejecutivo de la economía virtual (historias como las de Nueve semanas y media o Secretaria ya iban por ahí) que se interesa, con perverso desdén, por una pobre chica. No deja de ser el argumento de La Cenicienta, que llega a princesa a fuerza de vivir fregando a cuatro patas: sufrir por sufrir, unos zapatitos de cristal son peores que cualquier azotaina.
El Amo contemporáneo ya no es un príncipe, pero es inmensamente rico, apuesto y refinado, con alguna oscura herida en su interior que la humilde protagonista conseguirá curar después de someterse a un sinfín de tundas administradas regularmente. Administradas es el término justo, porque desde que Sacher-Masoch lo descubrió, el Contrato entre amo y esclava (o ama y esclavo en la versión originaria) se ha vuelto un fetiche más intenso que las varas de abedul o el corsé de cuero negro. Nada más lascivo que una buena cláusula.
50 Sombras de Grey es un regalo para quien quiera ironizar sin fatigarse mucho. Claro que tiene su gracia que en plena onda de reivindicaciones igualitarias le de a millones de mujeres (los lectores son principalmente lectoras) por deleitarse en los gozos de la sumisión. O que el destinatario ideal de toda esa lujuria sea algo así como un Luis de Guindos bien peinado, o como un directivo de Bankia, rico y cruel pero con un corazón que pide rescate.
Pero el punto crucial está en otra parte, y tiene que ver con la suavidad de ese porno para mamás o para matrimonios. Esas vidas en pareja que acaban de vez en cuando en los periódicos -en la sección violencia de género- son con frecuencia obras maestras de un sadomasoquismo cotidiano pero muy creativo, con sus pizcas de porno duro. Bueno es recordar que los novios también firman un Contrato, aunque en él, junto a la comunión de bienes y otros asuntos menores, se olvide reglamentar la frecuencia y el método de las palizas. En la crónica del crimen no se suele decir mucho de esa maraña afectiva, financiera e incluso erótica, ni menos aún de esa dialéctica hegeliana que en conjunto pueden transformar una pareja de novios en una tragedia; pero es que, pongamos las cosas en su sitio, no hay manera de disfrutar de esa zurra en bruto. 50 Sombras de Gray hace con los maltratos domésticos lo que Ferrán Adriá puede hacer con una butifarra. Extrae, destila, sublima y sirve en formas elegantes y en dosis que no indigestan. Hay en la vida y en los libros crueldades más originales, pero en general no sirven para alegrar parejas.

1 comentario:

  1. Me encanto la critica; nada que no hubiere pensado por mi misma, y aun asi me encanto. Tambien me encato el libro y no por el sado sino por el sindrome de cenicienta, supongo que la mayoria de las mujeres crecemos con eso, primero Disney y despues Hollywood, deberia haber mas peliculas sobre como ser autosufientes, fuertes, exitosas y menos cenicientas.
    No es muy sano que generaciones de mujeres crescan con la esperanza de encontrar un principe azul que les resuelva la vida... yo ya soy un caso perdido.
    P.D. Ame el libro (computadora sin acentos).

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